Caminaba por una plaza cerca de casa, mientras buscaba sobre que escribir. Tardé en darme cuenta que estaba oscuro. Una luz intermitente iluminaba un poco el lugar. Camino en busca de mayor luz mientras seguía enfocado en mi trabajo, hasta que... hasta que sentí que algo me observaba... tenía esa sensación de que algo se escondía detrás de unos arbustos. Mi mente comenzaba a jugarme una mala pasada... y ... esos arbustos... empezaban a tener un aspecto más bien... tétricos, solo podía ver la silueta de los mismos. Observo a mi alrededor. Buscaba un sendero que me alejase de allí. No había nada. Decido enfrentarme al miedo. Camino despacio, como intentando no hacer ruido. Tan solo con mi pluma y mi cuaderno de anotaciones. Levanto mi mano para correr las hojas del arbusto. ¡ZAS! Mi corazón da un salto increíble. Fue una situación desesperante y sin control. Algo salió de ahí y luego de un forcejeo de pronto me encuentro en el piso. Me recupero rápidamente, con gran desesperación y veo un cuerpo pequeño, como del tamaño de un niño, recostado sobre el suelo. Veo que hay sangre en mis manos y mi camisa. El cuerpo pequeño aún yacía inmóvil en el piso. Me acerco con cuidado para revisarlo. Con la poca luz que había intento ver su rostro. Distingo mi pluma clavada en su cuello. La sangre brotaba y ese pequeño cuerpo emitía sonidos agonizantes... casi guturales. No veía su rostro, solo me acerqué para intentar entender que decía, y para mi desdichado asombro y desesperación, sus últimas palabras fueron "Papá... la cena ya está lista...".

Viktor Hugo Morales
Jueves 14 de Junio, 2.37am

Me encontraba acostado en mi cama, mirando hacia la pared, pensando en lo que había vivido, y como llegué a estar donde ahora. Me pongo más cómodo y me acuesto boca arriba. Seguía pensando en la vida, los amores, el trabajo, mi familia. Sentía que todo estaba perdido, y ni siquiera podía recordar como fue que todo paso. De un momento a otro fijo mi atención al techo que, de cierta forma, lo notaba diferente. Todo lo que estaba pensando se esfumó a tal punto que ya no recordaba en que pensaba, solo miraba el techo de mi habitación fijamente. De pronto caigo en cuenta que el silencio era tan absoluto que podía escuchar como crujían las paredes. Intenté levantarme para averiguar que sucedía y noto que no podía mover mi cuerpo. Comienzo a desesperarme - "¿Qué sucede?", me pregunto en mi mente - "siquiera puedo mover un mísero músculo". Comencé a gritar con todas mis fuerzas, eran gritos de desesperación. Comencé a notar que me estaba quedando sin aire, más desesperado aún - "¡¡Ayudaaa!! ¡¡Por favor, que alguien me ayude!!", insistía una y otra vez sin lograr respuesta alguna - "¿Qué sucede?, ¡¿Qué sucede?!", repetía. Intento tranquilizarme, pues sentía que me faltaba el aire cada vez más. Necio de mí. Miro el techo, del cual noto que cae algo de tierra y que tan cerca a mi rostro lo tenía. Observo las paredes una vez más. Toda mi habitación, era en realidad... mi ataúd.

Viktor Hugo Morales
Miércoles 30 de Mayo del 2012, 21.39hs.