Me encontraba acostado en mi cama, mirando hacia la pared, pensando en lo que había vivido, y como llegué a estar donde ahora. Me pongo más cómodo y me acuesto boca arriba. Seguía pensando en la vida, los amores, el trabajo, mi familia. Sentía que todo estaba perdido, y ni siquiera podía recordar como fue que todo paso. De un momento a otro fijo mi atención al techo que, de cierta forma, lo notaba diferente. Todo lo que estaba pensando se esfumó a tal punto que ya no recordaba en que pensaba, solo miraba el techo de mi habitación fijamente. De pronto caigo en cuenta que el silencio era tan absoluto que podía escuchar como crujían las paredes. Intenté levantarme para averiguar que sucedía y noto que no podía mover mi cuerpo. Comienzo a desesperarme - "¿Qué sucede?", me pregunto en mi mente - "siquiera puedo mover un mísero músculo". Comencé a gritar con todas mis fuerzas, eran gritos de desesperación. Comencé a notar que me estaba quedando sin aire, más desesperado aún - "¡¡Ayudaaa!! ¡¡Por favor, que alguien me ayude!!", insistía una y otra vez sin lograr respuesta alguna - "¿Qué sucede?, ¡¿Qué sucede?!", repetía. Intento tranquilizarme, pues sentía que me faltaba el aire cada vez más. Necio de mí. Miro el techo, del cual noto que cae algo de tierra y que tan cerca a mi rostro lo tenía. Observo las paredes una vez más. Toda mi habitación, era en realidad... mi ataúd.
Viktor Hugo Morales
Miércoles 30 de Mayo del 2012, 21.39hs.